Apuesto a que para muchos de vosotros al mentar el nombre de “manzanilla” os viene a la memoria el recuerdo de vuestra madre o abuela con una taza en la mano acercándose lentamente con una infusión humeante para curar cualquier tipo de cosa que se les hubiera metido a ellas en la cabeza.
En mi memoria la manzanilla es un líquido color pipí, amargo como un rayo, al que mi madre le añadía azúcar sin demasiado éxito para me lo tomara y curar mis catarros, fiebres, vómitos, etc. La tomaba haciendo muecas y con resignación, pero contenta de tener a mi madre a mi lado acariciándome la frente … !si es que madre no hay más que una!
Hoy en día, cosas de la vida, soy una adepta de esta infusión, y su amargura me parece ahora una nota de carácter y de confort. Vale, vale, quizás un foco freaky si que soy…

Los antiguos egipcios ya conocían sus virtudes contra la fiebre y los cólicos. Los sacerdotes la utilizaban como ofrendas al dios Ra y las mujeres para uso cosmético.
De esta planta se utiliza su flor, que por lo general brota en estado silvestre. Tanto griegos como romanos ya conocían sus propiedades antiinflamatorias, carminativas y analgésicas. Hace unas décadas se realizaron diferentes estudios que demuestran además las propiedades antifúngica de esta planta
Usos tradicionales
La infusión de camomila es recomendable para aliviar problemas de hinchazón, gases, acidez, digestiones lentas, colon irritable y candidiasis. Humedecido un algodón en la infusión se puede aplicar sobre el párpado para aliviar infecciones oculares.
Las compresas húmedas sobre la frente alivian las fiebres bajas.
El aceite de manzanilla es un excelente ungüento para aliviar picazones en la piel y las irritaciones causadas por los pañales.
Preparación
1 taza de aceite de olivan extra virgen
1 cuchara grande de manzanilla silvestre
Mezclar en un tarro de cristal y dejar macerar en un lugar seco y oscuro durante 40 días. Llegado el momento colar con un paño o colador fino y aplicar con un algodón sobre la zona cutánea irritada