Hoy me he dicho que iba a hacer un post sobre las avellanas y entonces me ha venido un recuerdo a la memoria sobre alguien en quien no pensaba desde mi niñez…el tío Manolo «el maño».
Como muchos de vosotros yo «tengo un pueblo». Bueno, de hecho el pueblo es de mi padre porque yo he nacido y me he criado en Barcelona, pero lo siento más mío que ningún otro lugar en el mundo. Se trata de una aldea muy chiquitita perdida en un valle precioso de Soria que se llama «Aldehuela del Rincón». No os voy a contar lo maravilloso que es mi pueblo porque me quedaría corta y porque ya sabéis lo subjetiva se vuelve una al haclar de «su» pueblo.
El caso es que siendo pequeña todos los críos del pueblo, hijos de los jóvenes que se fueron a las grandes ciudades sobre los 60, pasamos los mejor veranos de nuetra niñez.
En la aldea había un señor que también pasaba los veranos con su mujer que se llamaba Manolo. Era calvo y cabezón, en los dos sentidos de la palabra y tenía una cara que rebosaba bondad. Manolo se había casado ya de mayor con una moza solterona del pueblo, «la Julia» y nunca tubieron hijos. La Sra. Julia se pasaba la vida chillándole, porque era sordo (o se lo hacía), y por no oirla se cascaba su boina y de vez en cuando jugaba con nosotros ejercitando de «abuelo» .
Manolo se pasaba el día haciendo varas de madera de avellano con su navaja y me encantaba verlo tallar durante horas. Cuando se le acababan las varas a veces nos cogía a mi hermano y a mí y nos llevaba a un sitio «secreto» donde él conocía las mejores avellanas. Tenía que ser secreto porque seguramente entrábamos en el «prao» de algún vecino de estangis…
El caso es que allí cogíamos avellanas y él sus ramas para hacer varas. Las avellanas eran verdes y al romper la cáscara estaban completamente tiernas, si nos pasábamos comiendo nos entraban unos retortijones terribles. Mi hermano y yo comprendíamos entonces que las avellanas, como tantas otras cosas, no «crecían» en los super.
A Manolo el maño le gustaban las avellanas como a Buba de «Forrest Gump» las gambas. Siempre decía que eran buenas para el corazón y para estar sano.
Como todos los viejos de pueblo Manolo tenía razón, las avellanas son una excelente fuente de ácidos grasos esenciales que ayudan a rebajar los niveles de colesterol y de antioxidantes y que previenen el envejecimiento prematuro de las arterias del corazón y de la piel.
Las avellanas a demás son ricas en magnesio, un mineral muy útil para aquellos que no tomamos leche porque ayuda a fijar el calcio en los huesos. Como son bastante calóricas son ideales para aportar energía a niños, deportistas, a ancianos y a todos en general.
Hay personas que no deberían morirse nunca, Manolo es una de ellas. Aunque de alguna manera, como diría el poeta Kavafi, nadie muere del todo mientras queda gente que le recuerde.
Misbamia
Me encanta la descripcion de tus veranos en el pueblo! Parecidos a los mios en salunas de oro navarra. Nueces, avellanas, uvas, higos! Que recuerdos cosechando!
Gracias Clarita…¿será que nos hacemos mayores?
Qué linda tu narración, los recuerdos de nuestra niñez son tan reconfortantes ! Dicen que » recordar es volver a vivir …»
Sí, es cierto…lo mejor es cuandod recuerdas cosas que pensabas que habías olvidado. Es como un viaje de ida y vuelta…