Hace unas semanas mi amiga Linda, me preguntó que para cuándo iba a colgar un nuevo post. La verdad es que es la única persona que se ha dado cuenta que llevo casi tres meses sin publicar nada porque he estado ocupada terminando mi máster en nutrición y salud, lo cual dice mucho de mi éxito bloguero ja ja!!
En cualquier caso este post va dedicado a ella.
Si tuviera que describir a Linda en tres palabras escogería «Kiwi», «hippy» and «blondie». Linda es de Nueva Zelanda y llegó a España a finales de los 70 haciendo turismo con una amiga. No conozco o no recuerdo todos los detalles, pero terminó enamorándose de un mozo de Valladolid y decidió quedarse con él en Barcelona. La conocí cuando tendría unos veintipocos años, yo era una cría de unos 8. Mi primer recuerdo de ella es una rubia con una melena larguísima al viento saliendo de un coche azul con un impresionante doverman llamado Farra. Divina …
Linda y su marido JA eran amigos de mis tíos pero por carambolas del destino muchos años más tarde Linda terminó convirtiéndose en la profesora de inglés de mi instituto y así es como volvimos a vernos. Un tiempo más tarde me propuso si quería cuidar a sus hijos un par de horas al día y ganarme un dinerillo. Mi nuevo trabajo consistía en ir a buscar a sus dos hijos (I y J) al cole, darles de comer y volverlos a llevar al cole.
Linda y JA vivían en una casa muy antigua donde los amigos, los gatos y el cava no faltaban nunca. Nunca he vuelto a ver un lugar tan especial…
El caso es que Linda siendo de Nueva Zelanda era el arquetipo más antagónico a la mujer española que había conocido en mi vida. Así que imaginaros la cara que se me quedó cuando a los pocos días de trabajar allí veo que Linda había preparado para comer mollejas!!!

Yo que vengo de una familia de sorianos de lo más tradicional no las había probado en mi vida!! Las miré con recelo y miré a los niños pensando que ni de coña se comerían eso. Sus dos retoños que no comían más que chicken nuggets con ketchup me miraron y sin vacilar empezaron a comérselas en silencio …me quedé anonadada …qué misterio tendrían esas mollejas que tenían un aspecto tan poco apetecible …
Introduje el primer bocado casi con asquete en mi boca y boom! Vaya explosión de sabor!! ¿Cómo explicar esa mezcla de texturas? La carne de las mollejas, ligeramente correosa, se fundía en el paladar con la salsa de lo que creo que eran cebollas caramelizadas y albaricoques deshidratados. La acidez de los albaricoques neutralizaba la nota grasa equilibrándolo todo a la perfección. Pero el misterio seguía ahí …¿Cómo, dónde Linda había aprendido a hacer mollejas con orejones?!! En Nueva Zelanda seguro que no!!! Quizás su suegra le enseñase, no sé, tengo que preguntárselo algún día. No he vuelto a probar las mollejas desde aquella época …hasta hoy!
El caso es que cuando me preguntó el otro día si no iba a colgar nada pronto pensé en sus mollejas y en hacerle un homenaje. Así que ya me veis recorriendo Londres en busca de mollejas!! creedme, no ha sido fácil!! al final tuve que ir a un barrio donde hay comercios de comida árabe y encontré en una pollería hallal, viva la mundialización!! Aproveché para comprar medio kilo de rabo de toro, imaginaros la cara del marroquí que me las vendió cuando me vio llevarme medio kilo de mollejas y medio kilo de rabo de toro ja ja ja!!

A continuación os propongo una reconstrucción nostálgica de las mollejas de Linda. Las suyas son imbatibles, pero estas no están nada nada mal. De hecho hasta a mi peque le han encantado y eso tienen un aspecto de lo más …tradicional.
Ingredientes
500 g de mollejas limpias
1 cebolla grande morada
2 dientes de ajo
5 orejones o albaricoques deshidratados
8 piñones
5 cucharadas de aceite de oliva extravirgen
cebollino o cilantro (opcional)
1 cucharadita de paprika
1 cucharadita de comino
1 guindilla
sal
Preparación
- Lavar las mollejas con agua y secar con un papel absorbente.
- Cortar las mollejas en pedacitos pequeños.
- Cortar la cebolla en juliana.
- Calentar el aceite en un sarten.
- Cuando el aceite esté listo añadir las mollejas y la cebolla y freir a fuego medio
- Condimentar las mollejas con sal, paprika y una guindilla.
- Cuando la cebolla esté doradita cubrir las mollejas en agua y dejarlo durante 40 minutos a fuego lento hasta que el agua se haya consumido. Normalmente debe quedar un salsa espesa formada por la cebolla caramelizada y los albaricoques. Echar más agua si las mollejas no estuvieran lo suficientemente tiernas.
- Añadir unos cuantos piñones y un poquito de cebollino o cilantro
Yo he acompañado las mollejas con un poco de arroz integral y una ensalada, aunque con patatas asadas también estarían fantásticas. Como todo plato tradicional las mollejas tienen lo que Arguiñano diría bastante «fundamento» . Pero si las combináis con una buena salada con un toque ácido o amargo será un éxito total!!
Este es mi pequeño homenaje a una gran mujer. Con todo mi cariño, va por ti, Linda.
Saludos y buen provecho
Misbamia