Hola a tod@s!
Hoy es 8 de marzo, día de la mujer trabajadora. Much@s estamos de acuerdo en la necesidad de romper con los estereotipos de género asociados con la mujer y sus obligaciones cotidianas. Hasta hace muy poco la división de trabajo entre hombres y mujeres parecían haber calado muy hondo; tanto que podemos decir que ha durado más de dos mil años. El home era el «proveedor» y la mujer la que «cuidaba los niños y la casa», muy reductor, pero muy cierto; lo que ha dado lugar a muchas construcciones culturales entorno al rol de mujeres y hombres en nuestra sociedad.
A lo largo del siglo XX la mujer se fue incorporando al mercado laboral y en cierto modo este hecho ha ido dando lugar a numerosos cambios sociales como la responsabilidad de las tareas domésticas. Mientras muchas mujeres han conseguido una relación de pareja igualitaria donde ambas partes contribuyen a los quehaceres domésticos de manera equitativa, otras simplemente han seguido aceptando (o no han tenido más remedio que aceptar) que además de tener una carrera profesional tienen que llevar el peso de las responsabilidades domésticas sobre sus hombros y el cuidado de los hijos. Frente a esta situación es fácil entender porqué el hecho de cocinar es interpretado como una “tarea doméstica”, una “obligación”, y no como una actividad esencial, como el de la higiene personal, que produce bienestar y salud.
Uno de los efectos colaterales de la incorporación de la mujer en el mercado laboral es la falta de tiempo para dedicarle a cocinar y la pérdida de la trasmisión de los conocimientos de una generación de mujeres “amas de casa” con un gran nivel de alfabetización alimentaria hacia sus hijas “profesionales”. Esta pérdida de conocimientos y habilidades culinarias ha dado lugar a una transición nutricional de un modelo de alimentación tradicional y saludable basado en la dieta mediterránea , a la adopción de una dieta occidental basada en su mayor parte en productos ultra-procesados; una dieta que está creando una verdadera alienación alimentaria y un notable incremento de enfermedades no transmisibles.
Dicho esto, es importante entender que LA MUJER NO ES RESPONSABLE de esta transición; la responsabilidad recae en LA EDUCACIÓN DE GÉNERO. Para que esta transición no hubiera tenido lugar, niños y niñas tendrían que haber sido educados de manera igualitaria y haber aprendido los mismos conocimientos y habilidades culinarios para crear, una vez adultos, unidades familiares solidarias y convivir mejor.
Cabe destacar que los cambios sociales necesitan tiempo, generaciones incluso, para ser interiorizados y aceptados. Sin embargo, hoy día 8 de marzo de 2021 creo que ha llegado el momento de poder exigir un nuevo cambio social hacia la equidad. Debemos preguntarnos cómo conseguir este cambio si la trasmisión generacional se ha roto. La respuesta clave sigue estando en LA EDUCACIÓN.
Es imprescindible replantearnos cuáles son los valores que queremos inculcar a las nuevas generaciones si queremos avanzar en la cuestión de la igualdad de género.
Much@s os preguntaréis. ¿Cómo transmitir lo que no se sabe? ¿Cómo podemos enseñar a nuestros hij@s a cocinar si nosotr@s no sabemos? A nivel individual es importante comprender que cualquier persona puede aprender los conocimientos, habilidades y comportamientos necesarios para mantener una relación saludable con la alimentación en cualquier momento de su vida. Nunca es tarde ya seas hombre o mujer. Sin embargo, creo que nivel global necesitamos un potente motor de cambio que no puede ser otro que LA ESCUELA.
Es de vital importancia entender que el rol de la escuela va más allá de la formación académica, pues es también la institución que junto con la familia, debe formar a individuos y ciudadan@s . Es el lugar donde las futuras generaciones deben aprender los valores de igualdad y equidad así como conocimientos que les hará libres e independientes.
En este contexto la alfabetización alimentaria debe entenderse como el conjunto de conocimientos, habilidades y comportamientos alimentarios que todos los niñ@s deberían adquirir a lo largo de la escolaridad para convertirse en ciudadan@s independientes, responsables y saludables. Cabe precisar que en la actualidad ya se realiza cierta laboral de educación nutricional en las escuelas pero desde un ámbito más teórico que práctico donde las clases de cocina no tienen lugar.
La alfabetización alimentaria propone unos conocimientos que van mucho más allá de la mera información nutricional. Hablamos de aprender de dónde vienen los alimentos, cómo manipularlos de manera segura, cómo planear un menú saludable, cómo preparar y cocinar, como conservar, como plantear retos como la sostenibilidad alimentaria, etc. Estos conocimientos son tan importantes como el resto de asignaturas y bajo mi punto de vista deberían formar parte del plan curricular, porque de ellos dependerán el bienestar integral de nuestras futuras generaciones.
Recordemos, a comer mejor y a vivir mejor: se aprende!
Marta Durán